viernes, 8 de noviembre de 2013

Mis muertos están tan presentes para mí que a veces se me olvidan, con la misma naturalidad que se me olvidan los vivos, como si aún pudiera recurrir a ellos en cualquier instante, y a veces ese instante ocurre y me encuentro con su nombre en mi mano y es ahí cuando caigo: el nombre ya es memoria y ya no habrá voz ni abrazo y me pongo un poco triste y decido seguir pensando que están, quizá muy ocupados, en un lugar un poco lejos al que iré un día sin avisarles...

No hay comentarios:

Publicar un comentario