Me voy a quedar callada y voy a cerrar los ojos y voy a
hacer como que no nací, como que nunca ha habido necesidad de verme o
escucharme o tratar de acomodarme en alguna parte.
Me voy a quedar inmóvil
y voy a hacer como que todo ha sido el sueño –a veces pesadilla- de un
colibrí, con sus dos mil latidos por minuto.
Me voy a quedar así hasta que las ausencias se vayan y yo
deje de ser la eterna promesa que nunca se cumple, de que algún día voy a ser
un latido –uno solo- que valga la pena.